Hay momentos en nuestras vidas en los que Cristo no parece ser el rey, momentos en los que hay muy poco para celebrar a Dios, muy poco para alabar a Dios. Sin embargo, él todavía lo es...
Las dificultades no destronan al rey...
Nuestra falta de confianza no destrona al rey…
En nuestra debilidad Cristo es rey...
El lugar ha donde Dios ha llevado a Jonás parece, a simple vista, el Seol; pero es en realidad una casa de oración. Parece el lugar de los muertos, pero es en verdad el lugar de la resurrección. Dios te hará renacer para que puedas cumplir con la misión que te encomendó.
Muchas veces nuestras vidas quedan interrumpidas por una situación inesperada, inusual, a veces dolorosa. ¿Qué sucede cuando parece que es Dios mismo quien pareciera interrumpirnos?
Jonás es un profeta que no escucha al Señor, un misionero que no va a la misión, un hijo que huye de su padre. Jonás es el nombre de todos los que tenemos un problema del corazón que solo rindiéndonos a Dios se puede resolver.
¿Cómo evitamos que nuestra fe se convierta solo en una fe de nombre, o en un adorno para nuestras vidas, o en algo que está ahí pero no sirve de mucho? Hoy quiero animarles con la esperanza de que no importa cómo nos encontremos en este momento, Dios puede darle un cambio total a nuestras vidas y revitalizar nuestra fe y relación con él.
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Dios se nos manifestó en palabras y en obras. Su palabra final, el Verbo de Dios, se hizo carne. Nuestra fe debe ser de la misma manera... no puede ser solamente un asunto privado, sino más bien, una fe pública.
Casi nunca sentimos que estamos en un campo de batalla. Por lo general, vamos por nuestra vida como si no nos encontráramos en medio de una lucha épica entre el bien y el mal. Y no quiero decir que debemos vivir en una paranoia espiritual, pero un aspecto crítico de la identidad del cristiano es reconocer que estamos en una constante lucha en contra de los poderes que se oponen al evangelio, a su crecimiento y a su participación en la misión de Dios.
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Siempre pensamos en la unidad como el ensamble de diferentes piezas. Incluso cuando hablamos de los miembros del cuerpo, pensamos en distintas piezas juntándose. Pero ¿qué si la unidad es mucho más grande que juntar piezas? ¿Qué si estar unidos tiene que ver menos con ensamblar y más con entretejer?
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¿Qué puede hacer que una persona decaída, oprimida, abandonada, rechazada o en los márgenes de la sociedad, se levante con una actitud victoriosa? ¿Debiera nuestra fe convertirse en el motor de arranque en nuestras vidas?
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La oración de Pablo para los efesios—y para nosotros—es muy simple pero poderosa: Que conozcan mejor a Jesucristo.
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Ser cristiano, la identidad cristiana, está fundamentada en la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esta obra nos asegura una relación de aceptación y amor con Dios, nos invita a participar en la reconciliación de todas las cosas. ¿Cómo? Con nuestras vidas, con palabras y obras, con relaciones y buenas acciones, con amor y respeto.
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Ninguno de nosotros de atrevería a orar, menos actuar como el fariseo de la parábola. Sin embargo, no son las grandes ofensas las que nos seducen, sino las pequeñas que pasan diariamente inadvertidas.
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Hay cosas en la vida que son imprescindibles, que no se deben ignorar. Si fuéramos a poner alguna disciplina de la vida cristiana en esta categoría. ¿Cuál sería? Dejemos que Jesús conteste con una parábola.
Tendemos a medir nuestro éxito dependiendo de las cosas que poseemos, la posición social, o hasta la ropa que vestimos. ¿Cómo se mide el éxito en el reino de Dios?
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Todos tenemos versiones distintas de cómo debe ser la vida en el reino de Dios. A veces, no creemos que la vida que Dios ofrece es para nosotros; a veces, no creemos que sea para otros. A veces, limitamos la vida del reino a una serie de reglas; otras veces, queremos que la entrada sea libre y que no existan ningún tipo de reglas, o por lo menos no para nosotros. ¿Cómo es realmente el reino de Dios?
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Muchas veces nuestro deseo por las posesiones materiales revela lo qué hay en nuestro corazón. ¿Cuál debe ser la actitud correcta hacia las posesiones?
¿Qué nos enseña la parábola del buen Samaritano acerca de la vida de en el reino de Dios, del amor a nuestros semejantes y de la compasión? Pero sobre todo, qué nos enseña acerca de la inesperada ayuda de Dios.
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